Señales extrañas en el comportamiento de un niño que podrían indicar un trastorno mental

Los niños varones sufren 2 veces más que las niñas de trastornos del desarrollo. Las causas de estas alteraciones pueden ser diferentes: un parto prematuro, complicaciones con este, enfermedades durante el embarazo, bajo peso al nacer… En este caso, cualquier trastorno complica la vida que nos espera, aunque sea de manera leve, pero se manifiesta siempre desde la infancia. Por lo tanto, nos interesa identificarlo a tiempo para combatirlo con éxito.

Descubrimos las señales por las que una persona puede sola identificar trastornos de desarrollo más frecuentes: autismo, dislexia, disgrafia e hiperactividad.

Autismo

Generalmente, este comienza a manifestarse a partir de los 2 años, y al llegar a los 5, los síntomas se vuelven más notorios. En este momento, se confirma el diagnóstico. Curiosamente, según las estadísticas, el autismo en las niñas se desarrolla 4 veces menos que en los niños.

Contrariamente al estereotipo que se ha establecido, el autismo no impide que las personas se desarrollen y autorrealicen. El principal problema que afrontan pasa por las dificultades en la comunicación, especialmente con desconocidos. No en vano, es importante saber que con un fuerte empeño, el autismo puede corregirse con bastante éxito.

Es posible identificar por tu cuenta este trastorno por un comportamiento no del todo típico del niño:

Tiene miedo a comunicarse con extraños y durante una conversación no puede mantener contacto visual. Es incapaz de manifestar empatía y, como resultado, no siente compasión: puede reír cuando alguien llora, y viceversa.

Es propenso a las acciones automáticas. Puede balancearse, como un péndulo, dar golpes rítmicamente en cualquier superficie, organizar los juguetes en fila de acuerdo con un patrón inventado por él mismo. La actividad no genera aburrimiento, el niño es capaz de hacerlo durante varias horas. La mirada en este momento suele estar ausente.

No percibe el contexto social: se comporta igual tanto en casa como en el kínder o en la escuela, al igual que cuando visita la casa de gente nueva. Se comunica con todos del mismo modo. Puede tutear a los adultos desconocidos como, por el contrario, tratar de “usted” a sus compañeros.

No puede dominar la técnica de comunicación no verbal. No entiende los gestos de otras personas y él mismo casi no los utiliza. En casos especialmente graves, se observa una falta completa de expresiones faciales.

Teme cualquier cambio. Incluso una ligera reubicación de los muebles puede provocarle histeria o un ataque de pánico. Lo mismo pasa con la dieta, las rutas a la escuela o al kínder y otras cosas a las que está acostumbrado el niño.

Posee unos receptores bien desarrollados: le encanta palpar los objetos, percibe los olores más sutiles. A menudo, contempla con atención la textura de la madera, piedra y materiales similares. Por lo general, registra un alto nivel de resistencia al dolor y puede pellizcar o pinchar su propia piel por curiosidad.

Trastorno por déficit de atención e hiperactividad

Denominado por sus siglas TDAH. Contrariamente a lo que se cree popularmente, tiene sentido sospechar este trastorno en los niños a partir de 4 años y solo si las señales se repiten cotidianamente. Si los síntomas están presentes, pero son raros, el niño es absolutamente normal. Este trastorno es tratado con éxito, a menudo, con técnicas de meditación.

Según las estadísticas, el TDAH es más común en gemelos y niños que nacieron un poco antes de haber cumplido las 40 semanas del embarazo. Los niños varones están inmersos en el grupo de riesgo: tienen este trastorno 3 veces más que las niñas.

Tiene poco efecto al alcanzar la edad adulta: una persona toma decisiones apresuradas, se comporta de manera inquieta y puede imponer su compañía a los demás, realiza con dificultades trabajos sedentarios de rutina.

Identificar el TDAH es fácil. Basta con prestar atención al comportamiento del niño:

No es capaz de permanecer quieto, constantemente se mueve, mira a diferentes direcciones y generalmente se comporta como si estuviera conectado a un motor en marcha. Además, sus acciones no persiguen ningún propósito: simplemente, agarra todo lo que llega a su mano, suelta el objeto tras un segundo y toma otro.

No puede concentrarse durante un tiempo prolongado con una ocupación poco interesante (la limpieza, los deberes). Al mismo tiempo, es capaz de permanecer durante horas enganchado a la consola de videojuegos, la computadora o con un juego de construcción.

Con frecuencia, se distrae por factores externos. Por ejemplo, puede estar ocupado con su pasatiempo favorito y, de repente, entrar en un verdadero estado de postración al ver un auto rojo a través de la ventana o un objeto no menos llamativo.

No controla sus propias emociones. Puede sufrir una rabieta porque no quiere hacer cola en una tienda. A menudo, discute con sus familiares por nimiedades, puede gritar palabras insultantes y al pasar varios minutos acudir a disculparse.

Durante las clases en la escuela o en el kínder, tiende a interrumpir a otros alumnos e incluso al profesor. Si hace un test, por lo general, no termina de leer la pregunta hasta el final (no tiene paciencia para esto), marcando las casillas al azar.

Disgrafía

Este trastorno no permite al niño dominar la escritura sin errores. Ocurre con bastante frecuencia, pero no afecta demasiado al alcanzar la vida adulta. Se observa a menudo en niños que ya tienen algún tipo de discapacidad auditiva y visual o bien sufren de hiperactividad.

Eliminar el trastorno es posible: se necesitan ejercicios sistemáticos para desarrollar habilidades motoras finas y fortalecer los músculos motores pequeños de las manos. Ayudarán a su evolución los libros de escritura.

Es posible determinar disgrafía atendiendo a los siguientes criterios:

El niño, escribiendo, constantemente confunde las letras de sonidos parecidos, por ejemplo, “c” y “s”, “y” y “ll”, “v” y “b”, “m” y n“. En otras palabras: escribe tal y como lo oye.
Puede añadir a una palabra letras que esta realmente no tiene, como intercambiar sílabas u omitirlas.

Muchas palabras (especialmente las que van con preposiciones) las escribe juntas, a menudo, sin concordancia entre sí. Tiene dificultades para determinar el género y el número, puede escribir “buen madre” y “sol calurosa”, por ejemplo.

A la izquierda: la escritura a mano de una persona de 23 años, a la que se le diagnosticó disgrafia a la edad de 10.

A la derecha: la escritura a mano de una persona a la que le acaban diagnosticar disgrafia.

Por lo general, tiene una escritura a mano difícil de leer. Si escribe lentamente y lo intenta, aun así, las letras salen torcidas.
En casos severos, el niño habla igual de mal que escribe. Por ejemplo, la palabra “furbol” (“fútbol”), escrita de esta manera, la pronunciará exactamente igual.

Dislexia

Según las estadísticas, entre el 70 y el 80 % de las personas que no leen bien, en realidad, sufren de dislexia. Este trastorno es generalmente congénito y se corrige con éxito si se lleva al niño a un especialista a tiempo. El diagnóstico se realiza a partir de los 10 a 11 años.

Ya en la edad adulta, el trastorno no provoca muchos inconvenientes, a excepción de las dificultades con la lectura rápida. A veces, el mismo hecho de este trastorno asusta a los demás, por lo que los que la sufren pueden ocultarlo y comportarse con mayor timidez. Esta pauta en la conducta se considera normal.

Es posible comprobar si un niño sufre dislexia, basándose en los siguientes síntomas:

Francamente, no lee bien, mientras que otras habilidades (matemáticas, dibujo, incluso la escritura) se le dan adecuadamente. El coeficiente intelectual suele estar dentro de la norma o ser incluso mayor, es decir, la dislexia no está relacionada con el nivel de inteligencia.

Se niega a practicar la lectura y lo fundamenta con un simple “no quiero”. Puede desencadenar una rabieta si los padres insisten en que lea, o simplemente quedarse mirando al libro sin hacer nada.

También puede leer, incluso rápido, pero es incapaz de relatar lo que acaba de leer porque no entiende el sentido del texto.

Durante mucho tiempo su mente está en las nubes, vuelve a preguntar, puede no darse cuenta de que algo está pasando a su alrededor. Como consecuencia, es una persona olvidadiza, precisamente no muy segura de sí misma, tratando de escapar de la realidad, con frecuencia, rumbo a la creatividad (dibujo, música, literatura y similares).

Muchas veces sostiene el lápiz o el bolígrafo de manera incorrecta o inusual. Por ejemplo, sujeta el objeto con el que escribe entre los dedos anular y medio. Los intentos de enseñarle la manera correcta pasan sin éxito.

¿Tal vez, entre tus conocidos, has conocido a niños especiales? Cuéntanos en los comentarios sobre las dificultades que afrontan ellos día a día en la vida.