Parecería que el sarampión se ha quedado muy atrás en el pasado y no tiene ninguna relación con la actualidad. Pero en el 2017, en muchos países del mundo ocurrió una verdadera epidemia. Los doctores dicen que tales brotes han sido posibles gracias a los movimientos antivacunas, los cuales no solo no ceden su posición, sino que activamente continúan ganando impulso.
Descubrimos cuáles son los argumentos que utilizan los representantes antivacunas y confirmamos la incoherencia de estos argumentos con ayuda de la ciencia. Al final del artículo, hemos preparado un bono que te demostrará que incluso los movimientos antivacunas no son capaces de hacer frente a la voz de la razón.
Mito 1. En mi país nadie se enferma de sarampión, por lo tanto, no tiene sentido vacunarse
Así es como se vería una reunión de personas sanas y una persona infectada con sarampión. De acuerdo con datos estadísticos, nueve de cada diez personas se enferman y una de ellas experimenta complicaciones.
Este argumento a veces suena de otra forma: vivimos en el siglo XXI, el sarampión se ha quedado en el siglo XX o incluso en el XIX. En realidad, la creencia no carece de significado. La mejora de los alimentos, higiene y medicina, posiblemente ha jugado un gran papel en la cura de las enfermedades al igual que las vacunas. La mortandad por algunas enfermedades disminuyó antes de que se inventaran las vacunas.
Es suficiente echar un vistazo a la estadística para entender que los hábitos tienen una importancia colosal. En 1968, en Gran Bretaña se introdujo la vacunación contra el sarampión. Gracias a esto, se consiguió salvar de la infección a 20 millones de personas y a 1 500 de una muerte segura.
Incluso si en el país no hay brotes de la enfermedad, ¿quién da la garantía de que un turista contagiado no llegará hasta allí? En este caso, el sarampión se propagará casi inmediatamente. Y viceversa, cuando vayas a ir de viaje, obligatoriamente vacúnate por tu propia salud.
Mito 2. Incluso si te vacunas, te todos modos te enfermarás
En realidad, ni una sola vacuna te da una protección al 100 por ciento. En el caso del sarampión, estas cifras representan el 93-97 por ciento. La contaminación es posible en raras ocasiones, dado que el organismo es individual y en algunas personas el sistema inmunológico puede funcionar un poco diferente en comparación con los demás. Esto es absolutamente normal y no es una causa esencial para rechazar las vacunas.
Una representante del movimiento antivacunas causó un gran revuelo en Internet con una publicación en Facebook. En su ciudad ocurrió un brote de sarampión y su hija de tres años, por supuesto, no estaba vacunada. La pregunta de la mujer era: “¿Cómo protejo a mi hija?”.
Mito 3. Las vacunas contra el sarampión pueden causar autismo
En 1998, en la revista científica Lancet fue publicado un artículo sobre la relación de la vacuna contra el sarampión y el autismo. Posteriormente, las conclusiones del autor no se confirmaron y la publicación fue retirada. Pero el texto se quedó en la mente de las personas que alcanzaron a leer la publicación.
Los actuales representantes del movimiento antivacunas con frecuencia se motivan a rechazarlas precisamente con el argumento de que causan autismo. Curiosamente, esta convicción existe aún en los países altamente desarrollados.
La confirmación de esto es una familia de Vancouver (Canadá) con tres hijos que nunca han sido vacunados debido al peligro potencial e infundado del autismo. Por si fuera poco, la familia se fue de viaje al extranjero, específicamente a Vietnam. Precisamente allí, uno de los hijos se contagió de sarampión. Desde luego, al regreso de su viaje, a toda la ciudad de Vancouver le esperaba una epidemia.
Mito 4. El organismo de un bebé no soporta una gran cantidad de vacunas
Los niños de hasta dos años necesitan ser inyectados aproximadamente con 10 vacunas diferentes. Algunos padres se preocupan por la cantidad de vacunas y consideran que el organismo infantil no está adaptado para ello. Además, están completamente seguros de que con cada inyección se introducen una gran cantidad de bacterias agresivas al organismo del bebé, las cuales gradualmente debilitan el sistema inmunológico del pequeño.
Esto no es verdad. Las vacunas contienen un virus debilitado que no causa daño. Este simplemente ayuda a formar una inmunidad hacia la enfermedad. De acuerdo con el libro del inmunólogo y pediatra Paul Offit, el organismo de un niño sabe cómo reaccionar a los antígenos ajenos (exactamente lo que se introduce con las vacunas) hasta antes de su nacimiento inmediato.
Mito 5. La vacuna es simplemente placebo
Por desgracia, este es uno de los mitos más persistentes, ya que la población no está familiarizada con las investigaciones científicas.
Existen unos cuantos tipos de vacunas, pero todas funcionan de la misma manera:
La vacuna contiene un virus debilitado.
Este virus hace que el organismo elabore anticuerpos, pero no puede causar un gran daño ya que es demasiado débil.
Posteriormente, cuando el organismo se encuentra con un fuerte virus, lo “recuerda” y comienza a formular activamente anticuerpos y así es como ocurre la prevención de la infección.
Mito 6. Los aceites esenciales funcionan casi de la misma manera que las vacunas
Este es un antiguo prejuicio que, por extraño que parezca, tiene sentido. Científicos realizaron pruebas de aceites esenciales de romero y salvia en la lucha contra el virus del sarampión.
Se determinó que estas sustancias poseen un buen potencial para la atención del virus. Sin embargo, el uso por sí solo de los aceites esenciales no puede curar a un niño del sarampión ni evitar su infección.
Mito 7. La vacuna contra el sarampión es un método para ganarse la credulidad del pueblo
Históricamente, este argumento no está completamente justificado. Hace poco, la industria de las vacunas luchó contra la falta de ganancias. Durante varias décadas, esa parte del mercado farmacéutico fue abandonada y no tenía financiamiento. Muchas compañías vendieron sus dependencias que se encargaban de las vacunas para concentrarse en la producción de medicamentos más rentables.
Otros cerraron en general porque se fueron a la bancarrota. Para comparar:
en 1967, se emitieron 26 vacunas;
en 1980, únicamente 17.
La comunidad internacional incluso se planteó la preocupación de que absolutamente todas las compañías renunciaran a la producción de vacunas. Afortunadamente, esto no sucedió. Pero pudo haber sido, ya que la venta de medicamentos que utilizan las personas a diario es más rentable que la venta de vacunas que la población solo necesita una vez al año o incluso en unos cuantos años.
Mito 8. La vacuna contiene sustancias venenosas que pueden afectar la salud
Muchas personas se preocupan por el contenido de sustancias dañinas en las vacunas: mercurio, aluminio y formaldehído son algunas de las más preocupantes. Estas sustancias realmente son peligrosas, pero su dosis en las vacunas es demasiado baja para hablar de alguna toxicidad.
La única situación en la que una vacuna puede hacer daño es ante la existencia de algún tipo de alergia a alguno de los componentes.
Bono: cuando los padres son antivacunas
“Solo Dios sabe cómo he logrado sobrevivir a los 18 años”, escribió un chico de EE.UU., quien fue criado en una familia creyente del movimiento antivacunas. Cuando cumplió 18 años, el joven, contra la voluntad de su familia, se vacunó por primera vez en su vida. Esto sacudió tanto al mundo que muchos medios de comunicación extranjeros hablaron sobre ello.