Con demasiada frecuencia tenemos una mala impresión sobre las personas solo por su apariencia. En cuestión de segundos solemos “etiquetar” a la gente: él es un perdedor, este tipo es un delicuente o un alcohólico, son unos malos padres, que chico incompetente, etc. Pero, lo más probable, es que con mucha frecuencia nos equivocamos al juzgar.
No queremos juzgar por las apariencias, y con estas ilustraciones deseamos recordar que todas las personas llevan adentro un mundo desconocido para los ojos de los demás y que sus vidas tienen tristezas y alegrías que otros ni siquiera pueden sospechar.
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A menudo pasa que las buenas personas están cubiertas de tatuajes y las malas van los domingos a la iglesia. ¿Estás de acuerdo con eso?