Actualmente, es posible encontrar a tu media naranja en cualquier parte. La geografía de búsqueda se amplía gracias a Internet. Después de todo, se puede verificar con seguridad a una persona mediante sus redes sociales: ver con quién sale y qué lugares visita. En el peor de los casos, se podrá ver quién le da “me gusta” a sus publicaciones. Simplemente imagina hace unos cientos de años, literalmente los chicos y chicas jóvenes no solo carecían de esta oportunidad, sino que tenían prohibido mostrar cualquier tipo de atención hacia el sexo opuesto.
Decidimos averiguar cómo se conocían los jóvenes y creaban una relación en los siglos XVIII–XIX.
En aquella época, no existía el concepto de “cita romántica”
Aún desde los tiempos romanos y hasta el siglo XIX, en la mayoría de países europeos, el matrimonio era exclusivamente una institución civil. La fuerza impulsora siempre la tenía un arreglo (contrato favorable), el cual no solo tenían los aristócratas, sino también las personas normales.
En realidad, durante aquellos tiempos, el concepto de “cita romántica” no existía como tal. A las chicas jóvenes las casaban por conspiración, con demasiada frecuencia únicamente se veían con sus esposos un par de veces antes de la boda. Frecuentemente, los padres eran responsables por la elección de esposo. No les interesaba la simpatía mutua de la pareja.
Había comunicación antes de la boda
Si los jóvenes tenían mucho tiempo de conocerse antes del matrimonio, o si sus padres tenían puntos de vista poco convencionales, las chicas debían evaluar rápidamente la fiabilidad de la pareja y su bienestar durante raras reuniones en privado. Basándose en las breves conversaciones con el joven y según las opiniones de quienes la rodeaban, la novia tenía que determinar qué esperar de él en la vida familiar.
Los divorcios eran inaceptables
En aquellos tiempos era casi imposible divorciarse debido a la influencia de la iglesia, la cual no aprobaba tales decisiones. Se debía tratar con respeto a la esposa y nada más, ya que el amor hacia ella sería una distracción hacia lo más importante: el amor hacia Dios. Frecuentemente, los hombres además de la esposa, conseguían mujeres más sencillas. Incluso en esta situación era prácticamente imposible divorciarse.
Las parejas de vida se buscaban en las ferias de novias
Las chicas y chicos solteros de diferentes clases sociales podrían elegir una buena pareja por su propio deseo (algo que era bastante importante) en las ferias. De todos lugares llegaban jóvenes a las capitales de los países europeos acompañadas de experimentados instructores.
El baile también era una feria de novias (solamente que eran de una clase social superior)
Precisamente en los bailes las personas de una clase social superior buscaban pareja. Aquí se podía encontrar una pareja beneficiosa entre descendientes de familias nobles. Era más complicado que las chicas habituales fueran a este baile, no como en el cuento de Cenicienta.
Existían libretas para anotar a las parejas de bailes
La etiqueta de baile que existía en cierta medida describía el proceso de los encuentros. Todas las damas llevaban consigo (a veces disfrazadas) libretas en donde anotaban los nombres de chicos que demostraban interés hacia ellas. Para las novias era importante con quién habían bailado, qué bailes y cuántas veces. Por ejemplo, aceptar más de dos invitaciones de un caballero se consideraba inaceptable, ya que después, tal joven al ser un hombre honorable, estaba obligado a casarse.
La ropa era un símbolo de estatus
Precisamente la ropa revelaba la así llamada división de clases sociales. Las chicas prestaban mucha atención a su aspecto físico. Se solía vestir de tal manera que en la sociedad se considerara como una chica guapa con buenos modales. La novia mostraba con su atuendo el potencial del estado financiero de su familia, la cual permitió darle una buena educación.
Además, era importante vestirse estrictamente de acuerdo con las reglas. Si la chica no conseguía vestirse de forma apropiada, esto ya era un problema. Si la mujer dedicaba mucho tiempo y esfuerzo a la moda, entonces se consideraba derrochadora y aturdida. Las chicas tenían que mantener un límite y mostrar su propio gusto.
La tonalidad de la ropa también jugaba su papel
De acuerdo con la etiqueta del baile, una chica podía usar vestidos con escote, hombros y espalda un poco abiertos. Las chicas que buscaban pareja se ponían vestidos de tonos claros. Los colores blanco, rosa y azul claro eran para las jóvenes, y para las mujeres mayores eran azul, morado y verde oscuro. Las chicas decoraban sus atuendos con flores vivas y accesorios.
En cuanto a las bodas, en Europa occidental se casaban en vestidos que sencillamente eran los mejores, los más espectaculares y los más caros. En diferentes países había supersticiones sobre el color del vestido nupcial. Así, en Francia se consideraba que la novia en un vestido nupcial morado adquiriría a un esposo que la quisiera toda la vida. Las chicas irlandesas se casaban exclusivamente en vestidos verdes, creyendo que este color era de la suerte. En Rusia predominaban los colores rojo y naranja para los atuendos de la boda, a pesar de que el color blanco, de acuerdo con las creencias paganas, personificaba la pureza.
El maquillaje de las chicas debía ser único
En el siglo XIX, el maquillaje llamativo no estaba a la moda; además, las novias trataban de destacar su belleza natural y utilizaban un mínimo de cosméticos.
Diagnóstico: enferma de histeria
La regla principal para las chicas de esta época era no verse vulgares. Una chica que mostró primero su interés hacia un hombre provocaba recelo en la sociedad. Jean-Claude Bologne, en su libro Pudeurs féminines: Voilées, dévoilées, révéléesescribió que, en el siglo XIX, a esta mujer le podían diagnosticar una enfermedad inexistente: histeria. La chica incluso podía ser revisada por un doctor en caso de que ella se hubiera presentado al hombre, lo hubiera invitado a bailar y coqueteara de forma muy abierta.
Encuentros en la iglesia
Los jóvenes de aquella época podían conocerse en la iglesia. Precisamente el templo era el lugar para los feligreses en donde los jóvenes podían hacer una elección voluntaria. Se consideraba algo normal en este tiempo seleccionar una pareja adecuada en la iglesia.
Etiqueta, etiqueta y otra vez etiqueta
Es difícil de creer, pero hace un par de centenas de años, las chicas solteras no podían pasear solas por las calles. Solamente era permitido salir en compañía de un hombre de la familia o una mujer casada. Era casi imposible hablar con una chica.
La etiqueta decía que si en la calle un caballero se te acercaba, entonces tenías que comportarte de la manera más fría y no correspondida. Los casos excepcionales eran cuando las damas tenían problemas, entonces se les permitía acercarse únicamente a un hombre honorable.
Las damas casadas sacaban a pasear a las chicas solteras. La etiqueta describía todos los detalles, incluso qué hacer si de pronto se quedaban solas en la calle.
En los bailes, las personas se conocían mutuamente
Precisamente los bailes eran de las pocas oportunidades de los jóvenes y chicas para conocerse y estar a solas. A pesar de que los jóvenes se encontraban entre una multitud de personas y a la vista de la sociedad, tal comunicación era aceptable.
Accesorios como expresión de sentimientos
Las chicas de esa época aprendieron a evitar las prohibiciones y engañar para expresar sus sentimientos. Abanicos, pañuelos y paraguas se convirtieron en armas indispensables de coqueteo femenino. Las mujeres solteras utilizaban activamente sus accesorios para expresar sus intenciones ante los hombres.
Por ejemplo, los movimientos de abanico podían significar una letra o una señal para hacer algo. Un abrir y cerrar bruscamente el abanico significaba: “Vete, no te quiero ver”. Abanicarse con la mano izquierda significaba una prohibición, y si el abanico se encontraba cerca de los labios, significaba desconfianza. Por lo tanto, los candidatos que no eran de la misma clase social que la dama se rechazaban automáticamente, ya que ellos simplemente no podían leer las señales que les daban.
Los regalos tenían un significado especial
A finales del siglo XVIII, entre los aristócratas eran populares los accesorios con “los ojos del enamorado” (Lovers’ eyes). Prácticamente en todo (anillos, broches, medallones) dibujaban miniaturas oculares para conservar el anonimato de los enamorados. A menudo, las chicas otorgaban a sus novios dijes con mechones de su propio pelo. No obstante, si el compromiso se cancelaba, lo primero que se exigía era regresar los accesorios y cartas.
¿Crees que las tradiciones de los siglos XVIII–XIX eran románticas? ¿Te hubiera gustado vivir en esos tiempos o prefieres más la relación moderna entre hombre y mujer?